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Henry Acosta fue facilitador de los acuerdos de paz durante más de una década. Ilustración: Jhojan Alexis Meneses.

De hombre clave a observador de la paz

Por: David Daza Gutiérrez

El facilitador del proceso de paz rememora cómo se llevaron a cabo las negociaciones en La Habana. Desde su experiencia como enlace entre el gobierno Santos y las Farc, analiza el panorama que encontrará el presidente Gustavo Petro en su plan para conseguir la llamada “paz total”.

“Apá, amor es el pan de la vida, apá”, le decía Henry a su padre, a los cuatro años, mientras escuchaba boleros en Génova, Quindío, su tierra natal. Siempre lo tuvo claro, como Javier Solís, Los Panchos o Daniel Santos: el amor fue, es y será el pan de la vida. No solo el amor romántico, también el conciliador, el que perdona lo imperdonable y busca cesar la horrible noche.

Acosta Patiño se considera “el hombre clave” en el inicio de las conversaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la antigua guerrilla de las Farc. Con este calificativo titula su libro testimonial sobre el proceso de paz.

A seis años de firmados los acuerdos, con un presidente de izquierda en la Casa de Nariño y la posibilidad de comenzar de nuevo negociaciones con un grupo alzado en armas, en este caso el ELN, Henry Acosta recuerda cómo fue el desarrollo de los acuerdos y sus conclusiones y opina sobre la llamada “paz total” del gobierno Petro.

Se sabe que con el expresidente Uribe hubo una posibilidad de comenzar los diálogos, ¿por qué no se hicieron?

Con Uribe comenzamos a tratar de proponer unos diálogos en el acuerdo humanitario correspondiente al despeje de Florida y Pradera. En ese proceso se planeaba intercambiar a quienes Uribe llamaba “prisioneros”. En el lenguaje del Derecho Internacional Humanitario se llamaban “retenidos del conflicto armado colombiano”, Uribe nunca aceptó la expresión del DIH. Para él no existían el término “Conflicto Armado Colombiano” ni la palabra “retenidos”: siempre eran secuestrados. Secuestrados los que tenía la guerrilla y presos los que tenía el Estado.

El 16 de junio del 2006, cuando llevábamos cuatro años en el intento del acuerdo humanitario, Alfonso Cano nos mandó un comunicado a través de Pablo Catatumbo. Alfonso aún no era el comandante general porque no había muerto don Manuel Marulanda, pero sí hacía parte del secretariado.

Eran las 11:30 de la noche, estábamos en la suite presidencial del hotel Intercontinental de Cali. Le dije: “Presidente Uribe, Alfonso Cano a través de Pablo Catatumbo le manda a decir lo siguiente, dos puntos y abro comillas: no sigamos matándonos. Usted no nos va a derrotar ni nosotros lo vamos a derrotar a usted. Luchemos por negociar las causas políticas, sociales y económicas del conflicto interno colombiano y convirtamos a Colombia en un país capitalista con economía de bienestar, como un país escandinavo, cierro comillas”.

Uribe me respondió: “Henry, dígale a esos bandidos y terroristas que yo no me siento con ellos a negociar nada, dígales que yo ya hablé con Sarkozy [el presidente de Francia en ese momento], que entreguen esos fierros que él los recibe a todos”. Ese mensaje no se podía dar, yo se lo dije, eso significaba proponerles que se rindieran y él no los había vencido en combate. Si yo proponía eso íbamos a perder la credibilidad y la confianza, tanto él como yo. 

Yo le hablaba que un negocio es negocio cuando las dos partes ganan, tratando de mover su lado antioqueño.

 

¿Y con Santos cómo fue?

Con Santos fue al revés. Antes de la posesión le mandé una carta a través de Frank Pearl, quien en ese entonces era el Alto Comisionado para la Paz, que decía cómo era que había que llevar a cabo el proceso; por eso, en el discurso de posesión del primer periodo, él dice: “Tengo la llave para la paz”, refiriéndose a la carta.

Veintinueve días después de posesionado me llamó y me dio una cita para el 6 de septiembre de 2010, en la Casa de Nariño, a las 11:30 de la mañana. Me reuní con él y les mandó el primer mensaje a las Farc, les dijo: “Sentémonos a negociar las causas sociales, políticas y económicas del conflicto armado colombiano. Nombremos unos delegados e iniciemos unas reuniones secretas. No se preocupen, yo públicamente seguiré hablando mal de ustedes y dándoles guerra, pero a través de Henry, que será el único enlace entre los dos, estaremos buscando la forma de iniciar las negociaciones para la paz”.

 

¿Por qué designar a Iván Márquez como jefe de la delegación negociadora?

Timo [haciendo referencia a Timoleón Jiménez, Timochenko] y yo somos quindianos. Un día me contó que se nombró a Iván como jefe de la delegación en La Habana porque, como decimos en nuestra tierra, eso significaba darle las llaves al ladrón. Iván Márquez nunca estuvo de acuerdo con los diálogos y él lo sabía, fue por eso que le puso esa tarea. Me ponía un ejemplo: “Eso es como si en aquel cajón yo tengo diez millones de pesos y sé que usted me los quiere robar. Yo le digo: ‘Henry, tenga las llaves de ese cajón, ahí tengo diez millones de pesos, cuídemelos’. Como ya le di las llaves y le dije qué hay adentro, usted no se los puede robar”.

La única manera en la que Iván Márquez iba a apoyar los acuerdos era nombrarlo jefe de la delegación. Iván podía rechazar la petición, irse del grupo, pedir licencia o aceptarla. Por eso los primeros dos años fueron tan difíciles, porque Iván se atravesaba en todo... Bueno, Iván y Santrich, porque Iván no se movía si Santrich no le decía qué hacer. El poder detrás del trono era Santrich. Él era el que redactaba los documentos, Iván solo los firmaba.

 

¿Entonces por qué se apartó Márquez de los acuerdos?

En enero de 2016 hubo un pleno de las Farc en La Habana. Ya el acuerdo estaba prácticamente terminado, no estaba ciento por ciento pero sí un 98 por ciento terminado. Al pleno asistían los comandantes de los ochenta frentes, columnas y bloques móviles de las Farc, al igual que otros comandantes que no tenían tropa, pero sí rango. Eran más o menos cien personas. El pleno tenía que aprobar lo que se llevaba hasta ese momento del acuerdo. Se reunieron en La Habana. Había un asunto muy importante para los cien comandantes y era que la dejación de las armas, según decían, se tenía que hacer proporcionalmente al cumplimiento de lo que se acordara. Algo así como lo que hizo el IRA en Irlanda, donde las últimas armas se incineraron quince años después de haber firmado la paz; en la medida en que se iban cumpliendo se iban quemando de manera proporcional a la cantidad. Esa era la posición del pleno en La Habana. 

Yo estaba allá. No en el pleno, en un hotel. Timo me mandó a llamar y me dijo que me fuera a Bogotá a hablar con Santos sobre el asunto. Cuando llegué, Santos estaba en una reunión con cinco presidentes de América Latina y se salió un momento. La conversación no duró más de un minuto. Le dije que el pleno afirmaba que no dejaban las armas, que lo podían hacer proporcionalmente al cumplimiento de lo acordado. Él me dijo así: “Henry, dígales lo siguiente: que primero dejan las armas y después firmamos, que si no es así, me digan, que yo les mando unos aviones, se vienen para Colombia y nos seguimos dando bala”.

Ya con la respuesta yo me devolví a La Habana, mandé a llamar a Timo y le conté. Me acuerdo que su respuesta fue: “Qué vaina”. Entró y le dijo al pleno lo que había respondido Santos, ellos dijeron que bueno y le dieron la autorización al comandante Timoleón para que hiciera lo que considerara más conveniente para terminar la guerra, pero le avisaron que no iban a dejar las armas así como así. 

A Timoleón, y a lo que era en ese momento el secretariado, lo único que les importaba era dejar las armas, firmar el acuerdo y hacer política: nombrar cinco senadores, cinco representantes y poco más. Yo les avisé mucho que no lo hicieran, que buscaran gente de elección popular que les dieran unas gobernaciones o alcaldías, porque el poder ejecutivo es el que hace cosas, ellos como senadores solo iban a echar discursos.

A eso se le sumaron varios asuntos, por una parte que cogieron a Santrich y lo involucraron en el negocio de la exportación de cocaína; por otra, que, como todos salieron a hacer política, nadie se preocupó por los demás excombatientes, ni la guerrilla misma. Santos me dijo a mí: “Henry, lo único que me preocupa a mí es que firmen el acuerdo y dejen las armas, de lo demás que se encargue el otro gobierno”. La reincorporación de los 13.214 combatientes no les importó ni al presidente, ni al secretariado de las Farc. 

 

¿Entonces qué opina sobre los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación?, ¿Considera que esa idea fracasó?

Esos ya no funcionan. Yo hice una propuesta de armar una gran cooperativa nacional con 26 sucursales correspondientes a cada ETCR, pero no distribuirlos en espacios de excombatientes solos, sino unirlos con los campesinos, afros e indígenas por los que ellos lucharon. Creo que todavía reciben el noventa por ciento del salario mínimo como ayuda desde el gobierno. Esos de Dabeiba no viven de los proyecticos que tienen, no, es de ese noventa por ciento, que les ayuda mucho. Yo hablé con Santos sobre eso y él me dijo que no, que les ofreciera unas tierras por allá en Vichada o Guaviare; ahí le volví a decir que no, que eso no era posible porque si los mandaban aislados iban a terminar muertos. 

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El ETCR de Dabeiba es de los pocos que aún sobreviven de los 24 formados tras los acuerdos. Foto: Daniela Fernanda Portilla.

Don Henry, ¿usted qué piensa sobre la Ley de Sometimiento?

Vea, yo lo que sé es porque lo he oído por televisión o por amigos. Yo soy muy cercano a Iván Cepeda, Roy Barreras y a ellos, hace poco los escuché hablando de que solamente habrá diálogos con el ELN, porque ellos tienen ideología política, mientras que para los demás hay Ley de Sometimiento, porque son delincuencia común. 

El problema es que esa Ley de Sometimiento no tiene un detalle importantísimo, que es la no extradición. Siendo así, yo le garantizo que ningún grupo va a comenzar un proceso bajo esa ley. Vea lo que pasó con Justicia y Paz, ahí sí quitaron la extradición, pero colocaron una cláusula: “Siempre y cuando después de que dejen las armas no vayan a cometer delitos”. Por ahí dicen que varios de ellos siguieron delinquiendo y terminaron en Estados Unidos.

 

¿Le ve futuro a la paz total de Petro?

Uno de los grandes objetivos de Petro es que haya paz total. Él busca, incluso, restablecer relaciones a través de Álvaro Leyva, el ministro de Relaciones Exteriores. Oí decir que se iba a crear el Ministerio de la Paz y la Reconciliación, pero ya hace días no lo he vuelto a oír mencionar. Pero hay una cosa y es que la paz es la paz de los fusiles, pero también la paz social, económica y política… no solamente la de los fusiles, que es muy importante pero complicada de lograr, porque mientras haya narcotráfico y consumo de narcóticos en el mundo, eso va a ser casi imposible. Ellos pueden dialogar con la Segunda Marquetalia, con la gente del golfo, con las autodefensas, con el que sea, pero si sigue la producción de narcóticos se tendrá que armar a otras personas para que cuiden, hagan y respalden la producción. Volvemos a lo mismo, mientras no haya legalización del consumo de narcóticos a nivel mundial no habrá ninguna posibilidad de tener una paz total.

 

¿Va a tener algún papel en este gobierno?

Por ahora, ninguno.

 

Don Henry, ya se ha tratado de negociar con el ELN, pero no se ha acordado nada definitivo. ¿Será que se logra esta vez?

Con el ELN la visión de Petro es diferente, para ellos no hay Ley de Sometimiento pero sí diálogo en busca de la paz. Lo que no tienen en cuenta es que negociar con el ELN es complicadísimo porque cada frente actúa de manera autónoma, entonces tocaría negociar con cada uno de ellos. Un frente te puede decir que sí, pero los “elenos” que hay en Nariño, Arauca y demás dicen que ellos no y quedan en las mismas.

“Pablito” [jefe del ELN en Arauca], nunca quiso atender ninguna orden del Comando Central y eso que su frente era de los más importantes. Además, negociar con ellos es casi imposible, yo hablé con el Comando Central y me contaron sobre su propósito: luchar para tomar el poder y convertir a Colombia en un país socialista, que es lo que también quiere Iván Márquez [quien se sospecha sigue vivo, según agencias de inteligencia, aunque con graves secuelas y posible muerte cerebral tras el atentado recibido el pasado 30 de junio en territorio venezolano], aunque ya ha venido abandonando esa idea. 

La propuesta que ellos me contaban era hablar con cada una de las organizaciones populares, con el pueblo, las asociaciones, los sindicatos, los cabildos, los afros… con todo el mundo, para que ellos dijeran qué es lo que hay que negociar. ¡En eso se gastan cien años! Yo les dije que el pueblo es una categoría que no existe, a eso se le llama trotskismo. Les propuse que tenían que consultar con las organizaciones nacionales y resumir lo que iban a proponer, teniendo en cuenta que es una negociación donde ambas partes debían ganar.

Con los “elenos” es muy complicado, pero hay que comenzar a dialogar. Yo me acuerdo que le dije a Luis Carlos Restrepo [el comisionado de Paz del gobierno Uribe], cuando fue a negociar con ellos, que se preparara porque cuando llegara a Colombia tenía que negociar con los 25 frentes que le quedaban faltando. 

Como dice el adagio: caminante no hay camino, se hace camino al andar. Petro tiene que comenzar los diálogos.

 

¿Usted volvería a llevar a cabo todo el proceso que se hizo con las Farc, pero con el ELN? 

Sí, claro, volvería, pero en un futuro hipotético. 

 

¿Cuáles son sus planes para el futuro, entonces?

Ahora estoy en conversaciones con la Misión de Naciones Unidas para ser consultor y ayudar a las cooperativas que se han formado para la reintegración de excombatientes. Ahí vamos con ese proceso.

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Los acuerdos de paz con las Farc se lograron en La Habana tras tres intentos fallidos en gobiernos anteriores. Foto: CIS Ángel Olaran

Lo que se viene para Colombia no será nada fácil. No es lo mismo sentar a las Farc que a los ‘elenos’. Ya hay una intención por ambas partes, tanto del gobierno de Gustavo Petro como del grupo disidente. El camino y la hoja de ruta que se avizoran no estarán exentos de muchas dificultades, pero bien es sabido que para alcanzar las rosas se deben respetar las espinas que reposan en sus tallos.

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